Anécdotas acuarísticas
Hacía ya un tiempo que había notado que uno de los filtros exteriores del acuario no trabajaba ya a su caudal normal, quizás el paso del tiempo había reducido su capacidad filtrante, a decir verdad, ya ni se acordaba de cuando era la última vez que lo había sacado para limpiarlo, y fue así como cerró las llaves de paso de los tubos, retiró los tubos del cabezal y con el filtro en las manos salió hacia la bañera.
Allí con sumo cuidado, retiró el delicado cabezal del Ecco Eheim, sacó las cestas repletas de material filtrante, ahora llenas de una especie de lodo que, calculaba él que era materia orgánica mineralizada y una gran colonia bacteriana, y sobre las cestas acabó de vaciar el volumen de agua que quedaba en el cubo del filtro. De repente, su mirada quedó fija, algo negruzco de aproximadamente un centímetro y medio, saltaba sobre la cesta. ¿Que era aquello?! Dios mío! (pensó él al apreciar tal situación) apresuradamente echó su mano encima y corrió hacía el acuario, allí en una paridera que tan solo contenía un alevín de Pseudotropheus interruptus, recuperado esa misma tarde del acuario, dejó su premio, un alevín algo más grande.
Es asombroso como la vida se abre camino... en los meses más vulnerables de la vida de un pez, el destino ha querido que este pase por un tubo de un metro y medio, se cuele por el estrecho paso de entrada del filtro, y acabe viviendo en un espacio de no mas de 3 cm. de alto y quizás 20cm. de diámetro, con una corriente cenital, con un nivel de oxígeno bajo, los nitratos altísimos y la mas absoluta oscuridad.
No era la primera vez que él escuchaba una anécdota igual, ni posiblemente la última, pero no podía dejar de mirar a la criatura y pensar en todo lo que habría tenido que pasar...
Hacía ya un tiempo que había notado que uno de los filtros exteriores del acuario no trabajaba ya a su caudal normal, quizás el paso del tiempo había reducido su capacidad filtrante, a decir verdad, ya ni se acordaba de cuando era la última vez que lo había sacado para limpiarlo, y fue así como cerró las llaves de paso de los tubos, retiró los tubos del cabezal y con el filtro en las manos salió hacia la bañera.
Allí con sumo cuidado, retiró el delicado cabezal del Ecco Eheim, sacó las cestas repletas de material filtrante, ahora llenas de una especie de lodo que, calculaba él que era materia orgánica mineralizada y una gran colonia bacteriana, y sobre las cestas acabó de vaciar el volumen de agua que quedaba en el cubo del filtro. De repente, su mirada quedó fija, algo negruzco de aproximadamente un centímetro y medio, saltaba sobre la cesta. ¿Que era aquello?! Dios mío! (pensó él al apreciar tal situación) apresuradamente echó su mano encima y corrió hacía el acuario, allí en una paridera que tan solo contenía un alevín de Pseudotropheus interruptus, recuperado esa misma tarde del acuario, dejó su premio, un alevín algo más grande.
Es asombroso como la vida se abre camino... en los meses más vulnerables de la vida de un pez, el destino ha querido que este pase por un tubo de un metro y medio, se cuele por el estrecho paso de entrada del filtro, y acabe viviendo en un espacio de no mas de 3 cm. de alto y quizás 20cm. de diámetro, con una corriente cenital, con un nivel de oxígeno bajo, los nitratos altísimos y la mas absoluta oscuridad.
No era la primera vez que él escuchaba una anécdota igual, ni posiblemente la última, pero no podía dejar de mirar a la criatura y pensar en todo lo que habría tenido que pasar...
Comentarios
Publicar un comentario